martes, 23 de agosto de 2011

ATENCIÓN AL SIGUIENTE TEXTO: Para trabajarlo en el aula el 23 de agosto, junto con las imágenes:


UN FALLO SALOMÓNICO.

    Trotaba aquella tardecita Juan el Zorro por la orilla de un  espeso monte, cuando llegaron a sus oídos voces airadas que se cruzaban en agría discusión.
   Se internó cautelosamente en la maraña y vio un Gato Montés y a un Perro Cimarrón cambiando entre sí denusteos de subido tono.
   El motivo del altercado era una gorda Pava Silvestre que yacía junto a ambos contenedores.
  -¡Es mía! – chillaba el gato -¡Juí yo el que subí hasta la copa ´el árbol pa´ cazarla! ¡ Sin el zarpazo que le pegué no hubiera caído!
  -¡No señor, es mía! ¿Si  yo no lo hubiera abarajao en la boca se habría escapado en fija po´entre los matorrales! –grunía el Perro.
   La disputa se tornaba cada vez más violenta y ya los dos rivales, haciendo honor a la tradición, estaban en un tris de acometerse, cuando la inesperada voz del Zorro los contuvo.
   -No se hagan mala sangre al ñudo caballeros – díjoles el Zorro – Estos pleitos no se resuelven estropiándose el cuero sin necesidá. A  ver vayan contando cómo jué la cosa. Tal vez yo,que soy un Juan de Ajuera y no gano ni pierdo nada en este asunto, pueda  darles una manito pa´bien de que ustedes  se arreglen sin camorriar…
Aceptaron la propuesta los otros – convencido cada uno de ellos que la razón estaba en su parte  - y entonces el Zorro les aconsejó reconstruir el hecho.
  -¿Dónde estaba la Pava?- preguntóles.
  - Allá en la copa de aquel tala grandote, cerca del nido ´e Chinchibirre que se ve a la derecha. Me trepé por el tronco, salté dispués hasta aquel gajo, pasé al otro´e más arriba…Pues es pa mí la cosa más sencilla del mundo.
   - No es que yo dude en su habilidá, compañero – dijo Juan –Pero va a tener que repetir la hazaña, porque una cosa son las palabras y otra  los hecho como usté no inorará…
   Herido en su amor propio al suponer que Juan no le creía, el gato subió en cuatro ágiles brincos a la copa del árbol.
  -¿Y usté ande estaba colocao cuando  cayó la Pava? – preguntó entonces Juan volviéndose hacia el Perro.
  - Aquí mesmito junto al tronco del tala. Pues sepa que para mí es tan fácil como ladrarle a la luna, porque tengo güen ojo y colmillos juertes.
    Lo será, caballero no lo dudo. Pero repito que un juez tiene que conocer bien a fondo los hechos pa que su sentencia sea justa.
    Y dirigiéndose al Gato le gritó:
  -¿Vamo´a ver como se porta! ¿ Haga´e cuenta que ese nido´e Chinchibirre es la Pava y échemelo pal suelo de un zarpaz! Y usté prepárese p´abarajarlo, amigo – añadió volviendo a encararse con el Cimarrón.
   Gato y Perro, sin parar mientes en los riesgos que corrían, se dispusieron a cumplir a cumplir la prueba dispuesta por el juez. Saltó el felino  y dio tan potente manotazo al nido, que las duras espinas de que éste estaba recubierto le atravesaron la zarpa, arrancándole maullidos de dolor. En ese mismo instante cogió  Juan un puñado de tierra, y arrojándoselo a los ojos al Perro –que con el hocico en alto y las orejas muy tiesas continuaba al acecho- gritó entre carcajadas estruendosas:
-         ¡Lo que se caza a medias se reparte, chambones! ¡Apréndanlo p´otra vez1
   Y mientras el Gato se lamía la zarpa herida y el Cimarrón se restregaba furiosamente los párpados, desapareció llevándose la Pava, ante el estupor de los chasqueados pleitistas.
                                                               Serafín J. García